Una opinión más. Sobre el derecho a decidir.
Fotografía tomada en Sort; Pallars Sobirà (Lleida) el "8N". |
<<A mi juicio, el mejor Gobierno es el que deja
a la gente más tiempo en paz>.
-Walt Whitman-.
En
los últimos años en
España, llenos de crisis y corrupción, un movimiento que ha cobrado
más fuerza que nunca es el del independentismo catalán. Como es
lógico, las críticas negativas y manifestaciones radicales no han
faltado en el Estado de la eterna Transición.
Uno
de los lemas más sonados de las últimas campañas independentistas
promueve el “derecho a decidir”, un derecho que en esta
“monarquía bananera” parece más bien un privilegio, muchas son
las ocasiones en las que me pregunto si Franco de verdad morirá
alguna vez...
La
norma radica en leyes desfasadas, un “papá Estado” que no
escucha, que exprime al pueblo para tapar un agujero que él mismo ha
creado entre víboras políticas bien alimentadas, que permite que
familias enteras pasen frío y hambre, que deja que los jóvenes
quiebren sus sueños y sus esperanzas por una vida digna, y un largo
etcétera bastante indigesto. Ese es El
Gran Gobierno Democrático.
Siempre
me he inclinado a pensar, al igual que Henry D. Thoreau, que “el
mejor Gobierno es el que no gobierna en absoluto”, necesitamos
representantes y no padres sobreprotectores de un imperio que solo
hereda “su casta”. Al igual que cada individuo a lo largo de su
vida, nuestra especie debe permitirse avanzar y desarrollarse a lo
largo de su periplo por el mundo, promover la empatía, el respeto,
la igualdad y la libertad; por el contrario van ganando la batalla
otros conceptos como moneda, juegos de poder, corrupción, elitismo,
resignación, desahucio, hambre, pobreza,...
No
soy catalana, no escribo esto para defender o rechazar las voces de
este pueblo. Sin embargo, confieso que no puedo ser totalmente
objetiva, y es obvio, la realidad es que nacida y criada en Canarias
considero que “mi tierra” ha sido más que maltratada por un país
en el que hace demasiado tiempo que no creo. Así, mi queja interior
es en esencia la misma que expresa Cataluña (y que ya han expresado
muchos otros): “No nos escuchan”. Y, desde la empatía, la lógica
me formula una cuestión, “si fuera de este lugar y mi experiencia
vital me hubiera hecho tender hacia el pensamiento independentista,
¿no creería firmemente en mi derecho a expresarlo y a luchar por
ello?”, la respuesta asoma clara en mi cabeza: “Por supuesto”.
Podemos
estar más o menos de acuerdo con la opinión del pueblo o de alguna
de sus partes, pero no debemos callarlo como respuesta a ese
pensamiento (aunque al parecer podemos). Y lo cierto es que tampoco
se trata de que todos ganemos en cada decisión que abracemos en
conjunto sino de que, finalmente, gane la auténtica Democracia, la
voz del pueblo y no la de los buitres que de él se alimentan.
Corina
Morera.
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